Los lazos, la trama y la memoria

Relato de una experiencia grupal

“El desgarro de la trama que nos unió desde aquellos días, se hace presente en cada uno de nuestros reencuentros; y es ese desgarro al que intentamos nombrar y dar vida, recuperando los nombres y las historias de cada uno de ellos”

(fragmento que pertenece al afiche con el que Memorias del Sur convocó al acto de Octubre de 2004)

Llamamos Memorias del Sur a un grupo que comenzó a reunirse a principios de 2004 para gestar un homenaje a siete compañeros, amigos y familiares, detenidos-desaparecidos, víctimas del Terrorismo de Estado.

Nos convocó una misma pertenencia institucional en nuestra niñez y adolescencia. Lazos construidos en esa época de nuestras vidas que a su vez contienen el hilo generacional de nuestros padres y abuelos, inmigrantes judíos de principios de siglo XX.

Habían pasado para algunos de nosotros casi treinta años sin vernos, y en un primer encuentro de índole social  que nos reunió nuevamente, fue donde se hizo presente el vacío de los que faltaban. Esos queridos compañeros-hermanos-amigos que estando tan presentes en nuestra interioridad, no tenían en “esta institución”, ningún signo ni símbolo “exterior”, que diera cuenta de esa memoria.

Un vacío que ahondaba más la ausencia de la desaparición de los jóvenes. Era el vacío de sus nombres, sus rostros, su VIDA. El olvido y el silencio de tantos años surcado por el miedo en los años del terrorismo de estado parecía triunfar si no se hacía algo por subsanarlo.

¿Cómo era posible que sus historias, su compromiso, lo que tanto dieron no estuvieran inscriptas?

¿Por qué se repetía la desaparición?

Respuesta compleja que habría que enmarcar en la historia del miedo  social enquistado en un aspecto y en otro, incluir las diferencias político- ideológicas, en el seno mismo de la institución.

Así fueron surgiendo encuentros con la idea de gestar “algo” en homenaje a ellos. No teníamos claro en qué iba a consistir.

En nuestras primeras reuniones  de comienzos del 2004, surgió lo relacionado con aquello que nos había unido en otros tiempos: apareció lo histórico institucional, los afectos del pasado, lo compartido en la adolescencia, y la necesidad de hacer algún encuentro in situ. En el mismo lugar en el que había funcionado la institución Ateneo (hoy fusionada con otras similares de la zona sur del conurbano), tuvimos varios encuentros.

Realizamos reuniones intercambiando opiniones sobre la mejor manera de realizar el homenaje.. Se  sumó gente y otros quedaron en el camino. Los que compartían la misma conmoción y convencimiento de la necesidad de concretar este proyecto permanecimos y se fue conformando un grupo de trabajo que nos sorprendió a todos, por la intensidad emocional que se desplegaba en cada encuentro.

No fue un tránsito sin dificultades:  las diferentes ideas acerca de cómo realizarlo, con asiento en diferentes posiciones ideológicas dieron origen a fuertes debates que en algún momento parecían irreconciliables. Pero fueron necesarios para comprender que más allá de las diferencias, que no produjeron incompatibilidad se pudo armar una base en la que primó el deseo de concretar el proyecto.

Una placa con sus nombres, una escultura, un acto que hablara sobre ellos… La posibilidad de que los familiares se re-encontraran con la palabra tantos años silenciada.

Se sugirió realizar un mural con fotos, testimonios, imágenes que dieran cuenta de la historia de vida de todos ellos.

Así se hizo: cada familiar, cada amigo se lanzó a la búsqueda de viejas fotos, cartas de amigos, los libros que leían, la música que escuchaban,  su historia de militancia y compromiso por el cambio social.

Un amigo músico tocará su instrumento , otro grabará la música que acompañará la recorrida de la gente por el Mural: más de treinta metros conteniendo algo de las historias en imágenes y palabras. No parece tener sentido ponerle una medida a tanta historia y tanto afecto despertado. Decíamos que todo nos sabía a poco…

Pero los comienzos fueron lentos. Una primera sensación de que tanto el Mural como el acto estaban “vacíos”. Vencida esa primera resistencia, fue de tal magnitud el material colectado que fue necesario un recorte y selección para acotar lo que iba surgiendo por la falta de espacio.

Alguien se ofrece  a cantar, otros colaboran con la impresión de los volantes para la convocatoria, algunos buscan poesías y textos para incluir,  surge la escultura en forma de árbol cuyas ramas como brazos con las manos extendidas quedó como símbolo a ser inaugurado ese día.

También nos propusimos realizar un afiche institucional, un programa y los jóvenes (hijos de los integrantes de Memorias)  colaboraron con el diseño

Había mucha tarea que nos convocaba, pero en todo este proceso mientras se iba dando forma al acto que se realizó el 3 de octubre de 2004 en el mismo lugar en el que funcionó el Ateneo Israelita Argentino, se fueron dando cambios en cada uno de nosotros.

Es difícil resumirlos, ya que  cada uno lo fue viviendo de manera diferente. Pero creemos que la posibilidad de compartir historias dolorosas en forma colectiva fue una experiencia reparatoria sostenida en los nuevos vínculos que surgían en este transcurrir común.

Uno de los hijos de los homenajeados después de participar en una de nuestras reuniones pidiendo que: “le habláramos de su papá”, Después de la escucha de  relatos de la “figura del padre”: Como amigo, como militante, como hermano, nos dijo: “Hoy es la primera vez que me encuentro con mi padre”.

La inclusión de los jóvenes, muchos de ellos hijos de los que participábamos en la tarea les dio y nos dio la posibilidad de reanudar  o en algunos casos iniciar un diálogo incluyendo esta parte de la historia, que no solo se silenció institucionalmente sino a veces intrafamiliarmente.

Recuperar la  circulación de la palabra en un espacio institucional que  la había silenciado y suponíamos con una prohibición tácita. ¿Olvido? ¿Indiferencia?

¿Qué tuvo de particular este acto?

Al singularizar las historias de vida, fue una posición que elegimos en relación al anonimato del colectivo desaparecidos.

Nombres, rostros, palabras, anécdotas, testimonios de quienes los quisieron, fue una manera de darles carnadura a cada uno de ellos. Recuperar su identidad para quienes no los conocieron. Reconstrucción en fragmentos que sabíamos  era un recorte incompleto pero que pudiera mantener viva su memoria  y se hiciera presente el reconocimiento de lo que nos dejaron.

Decimos que el acto debía ser una celebración de lo que fueron sus vidas, y que estas historias reconstruidas puedan ser un acto de transmisión generacional y de búsqueda de justicia hacia la memoria de lo que fueron como luchadores que dieron su vida por un cambio.

Un  ejemplo de no dejar agujeros en la trama histórica de la institución y en las historias de vida de cada uno de los homenajeados y sus familias.

Reparación que buscó el espacio institucional porque es el espacio que de alguna manera nos “marcó” haciendo posible que en el re-encuentro se tejieran nuevos lazos en el presente de adultos.

Pensamos también que dicha reconstrucción no solo se apoya en lo que fue en el pasado, sino con el compromiso de  cada uno de los que participamos en el presente.

La tarea en común, el poder proyectar con otros, la sorpresa por la potencia que lo grupal tiene, como el ámbito en el que se pudo desplegar y articular a través de diferentes tareas las distintas capacidades que se jugaron para realizar un objetivo común. Fuimos más allá de los lazos basados en la nostalgia por aquello que existió y puede aglutinar pero transitoriamente. Hubo un re-enlace, de adultos que nos permitió descubrirnos a partir de compartir este trabajo.

En este recorrido que realizamos grupalmente, los debates también dieron paso a lo fraternal y el mutuo apoyo cuando fue necesario abrir lo doloroso de esta historia que es al mismo tiempo la historia de todos. El miedo del pasado que de alguna manera se re-editaba parecía  transformarse al compartir ese estar con otros, apoyados en los nuevos lazos que fueron trama-sostén y apuntalamiento.

En relación  a la asistencia al acto, la presencia de casi quinientas personas en una institución que no había tenido mas de trescientas familias como socios nos sorprendió , superando nuestras expectativas así como la concurrencia de mucha gente que no había tenido vínculo con esa institución pero sí alguna relación con las homenajeados: dando cuenta muchos de ellos de lo necesario de ese acto. Haber podido pasar de lo privado e íntimo del dolor de una historia a procesarse colectivamente.

Lo político y lo subjetivo se entrelazaron produciendo alguna trama que tuvo efecto en ambas dimensiones.

Pensamos que Memorias del Sur fue gestado en un contexto social que habilitó  una apertura al tema de los derechos humanos, después de años de lucha en ese campo.

Participó activamente mucha gente que en el pasado había tenido una actitud pasiva o indiferente en relación a este tema.

También el efecto a distancia: aquellos que habían tenido que huir perseguidos por la dictadura y se quedaron (parafraseando a L. Gieco): a vivir una cultura diferente, se sintieron convocados y viajaron especialmente a la Argentina para estar presentes en el acto, muchos de ellos resonando con lo que se venía gestando, gracias a la comunicación virtual.

Memorias del Sur sigue activo: nos propusimos realizar una película que está en marcha con el contenido del acto y la realización de algún material gráfico que contenga lo producido para el Mural. Ante este desafío estamos, con la idea de poder usar el material que se produzca para continuar la tarea de escribir otra historia, para las generaciones que nos van a continuar. *

Mónica Streger

(*) Esta nota fue escrita en el 2004, motivo por el cual está incluida la futura realización de una película, que en realidad ya está realizada y a disposición de quienes deseen verla y conservarla. Pueden ver la edición en la página El video de Memorias del Sur Posteriormente el grupo colaboró con Bernardo Kononovich en un capítulo de su pleícula «Kadish»

Integran Memorias del Sur:
Beatriz Bernath, Adríán Bortz, Betty Dranovsky, Norma Geffner, Edgardo Geffner, Héctor Geffner, Oscar Geffner, Eduardo Gluj, Berta Horen, Analía Olomudzky, Eduardo Rajmilevich, Roberto Rajmilevich, Ana Roisi, Lito Sember, Viviana Sisro, Mónica Streger y Liliana Teplitzky

Colaboran:

Roby Bernath, Alejandro Halpern, Roberto Streger y Nora Streger.